La educación implica el desarrollo integral del ser humano en todas sus facetas a lo largo de su vida con un fin atemporal. Así, la educación supone el desarrollo integral del individuo porque abarca la plena evolución de la persona en sus distintas vertientes, tanto física, mental como intelectual. Sin hablar de un fin concreto, se orienta la raíz hacia la perfección personal, hacia la mejora del individuo.
Se parte de la idea del ser vacío en su nacimiento que se completa en el tiempo. Además, se intenta transmitir una idea global que aglutine los distintos conceptos de educación, tanto la formal como la no formal e informal; así, sin prefijar un carácter sistémico y planificado, se entiende que “implica” (de forma tanto consciente y deliberada como difusa e informal) un proceso evolutivo de desarrollo. Como se puede observar, se suministra a esta suma un matiz positivo en la idea propia del ejercicio.
Se utiliza “ser humano” en vez de hombre para emplear un lenguaje inclusivo que no entiende de géneros. Hasta ahora, la palabra “hombre” podía entenderse como neutra y servir como sinónimo de la especie humana. Si bien es cierto, el binarismo hombre/mujer proviene de una semántica dominada por una sociedad patriarcal. Ahora mismo, la igualdad lleva a una visión abierta del término, el concepto educación no puede ser excluyente por sí mismo, debe ser a la vez integral e integrador.
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Además, al abarcar a la especie hace una distinción propia de ésta respecto a las demás. La educación nos distingue del resto de los animales en nuestro proceso evolutivo, es exclusiva del ser humano y favorece el desarrollo de las facultades tanto superiores como inferiores de la especie. De nuevo, la integralidad como un todo, la persona en un todo que se perfecciona.
Por último, “a lo largo de su vida” implica la educación como una actividad, como un proceso, como una acción que no termina, frente a una meta o logro que implique una consumación concreta. Esto responde al nuevo paradigma pedagógico, donde la maduración personal entraña nuestra capacidad para aprender a aprender en un ejercicio abierto y multidimensional que nunca termina.
No termina en el presente que configura una vida, se mantiene atemporal, en un continuo que deviene hacia adelante, con el legado de los que se han ido y la incertidumbre de los que vendrán.
Miguel Ángel Ruiz Domínguez