Propongo un juego: imaginemos un mundo donde la igualdad de géneros exista y esté asentada a lo largo de los años. Muchos pensarán: esto ya ocurre, pero… llevémoslo al extremo. La igualdad es plena, completamente asumida y arraigada en la sociedad. Pensarlo bien es complejo, pero vamos a intentarlo yendo a lo más simple, ¿en este futuro utópico se entenderían ciertas bromas con respecto al género (vamos a obviar las burbujas de frivolidad)?, ¿seguirían siendo ellos los simples, los cortitos, casi que los limitados frente a ellas, las listas y calculadoras? Me cuesta creerlo…
Estas bromas provienen de construcciones discursivas profundamente machistas y que, superadas las dicotomías, no serían posibles. Asumo que habríamos superado la perversión histórica donde ellos eran simples y tontos porque no han sido capaces de desarrollar la maldad, que han sido tristemente influidos por la Eva que mordió la manzana. Sin embargo, aún a pesar de su ignorancia atribuida, son ellos los que mejores sueldos tenían, los más altos puestos y los que, indiscutiblemente, conducían mejor. En pocas palabras, todo quedaba resumido en pura condescendencia de ellos hacia ellas. Condescendencia que en este mundo idílico estaría superada.
Como indagar en este nuevo mundo es tarea compleja, planteo otro juego: ¿cómo construiríamos esa sociedad igualitaria? Para ello nos tenemos que trasladar a nuestro día a día. Pensemos en qué entendemos por violencia machista. La primera idea que nos viene a la mente es la mujer asesinada por un hombre, pero, ¿son solo los asesinatos los frutos de la desigualdad? Por lo general, los asesinatos nos estremecen, pero al mismo tiempo nos son ajenos, lejanos. Forman parte del silencio, es el otro el que mata y el que pega. Al mismo tiempo, pocas veces son las que pensamos: y esto, ¿por qué ocurre? Entre las diversas hipótesis podemos escuchar de todo, incluso aquellos que apuntan al efecto llamada de los medios. Entendiendo estos actos horribles como la punta visible del iceberg, debemos seguir buscando la receta para construir la igualdad. ¿Qué tal si hablamos de feminismo?
A día de hoy, donde por suerte cada vez son más las caras visibles que se etiquetan como #feministas y personajes populares entre adolescentes como Ylenia se han abanderado de esta causa, hablar de feminismo sigue siendo una práctica de riesgo, un posicionamiento de combate en esta sociedad.
Entendiendo el feminismo como la búsqueda de la igualdad de derechos entre los géneros; son muchos aún los que, ante el pánico de perder sus privilegios, lo atribuyen al concepto opuesto al machismo.
Aún así, hoy por hoy, hablar de feminismo equivale a tener que justificarse, debatir e incluso discutir. En estos días vemos cómo Juana Rivas tiene que esconderse para que, aún con sentencia firme, deba entregar a sus hijos a un maltratador. Tenemos que ver a este en los medios pedir justicia, escuchar cómo ella vuelve a ser la cuestionada, la que se iba de fiesta, la que volvió a su lado sin pensarlo.Volvemos al juego, queremos transformar el mundo. Queremos un mundo igualitario. Por tanto, hablamos de feminismo.
Hablar de feminismo es educar para que esto sea posible, es hablar de ilusión y de lucha, es tener fe en el fin de la opresión.