Ayer el claustro virtual cerraba sus cuentas por luto. Se unía así ante otro asesinato más. Ayer fue el de una docente. 

Y hoy vuelve la calma. Pero el miedo queda porque mañana puede ser cualquier otra. Una amiga, una vecina, tal vez nuestra hermana.  

Porque salir de casa pensando en volver  “sana y salva” no es libertad. Vivir en terreno hostil, bajo guardia, bajo la impotencia de la realidad, no es justo. 

Pero el miedo debe transformarse, fluir. Porque la vida sigue y toca alcanzar la igualdad. 

Y la igualdad, nos guste o no, pasa por la educación. 

Por educar(nos) en el respeto, la tolerancia, la empatía, el amor, no en el odio. 

Por educar(nos) en la diversidad, de raza, de gustos, de cuerpos, de creencias, de origen …

Por educar(nos) que no es no. 

Por entender la sexualidad como un acto de placer. 

Por educar(nos) en la no cosificación de los cuerpos.  

Por educar(nos) en el feminismo.

Porque, por favor, el feminismo no es lo opuesto al machismo. 

El feminismo es la igualdad.

Y el machismo es mucho más que un asesinato. Y sin educación, lo perpetuamos. 

En nuestras aulas hoy y mañana se debe gritar, siendo conscientes. 

Ni una más.

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