Hace un tiempo, más de dos años, escribía un artículo que se titulaba “Y esto, ¿para qué sirve?”. En él defendía la necesidad de, tanto en las asignaturas científicas como en otras, buscar los símiles de las explicaciones teóricas con ejemplos de nuestro día a día. Al igual, defendía la necesidad de mantener aquellas cosas “inútiles” dentro de nuestra práctica docente.
Decía que, muchas veces, aquello que no tiene sentido práctico, hoy sirve para construir en nuestro imaginario otra manera de entender esta realidad. En numerosas ocasiones solo sirve para entender que no sirve para nada. Y retomo el tema porque la oportunidad de compartir contenidos en un medio generalista me ha hecho volver a la misma reflexión: “¿Para qué necesito saber como resolver una ecuación si yo, desde que salí del instituto, no he vuelto a tocar las matemáticas?”
La idea se repite, tanto por parte del público ajeno a determinadas materias como por algunas personas relacionadas con el sector. Así, pienso, es un poco la idea de potenciar a ciudadanos que “de todo saben, de nada entienden”. Cuando escucho eso de «¿para qué estudiar esto o aquello sí lo puedo buscar o si un dispositivo lo puede hacer por mí?», vuelvo a cuestionarme si vamos por el camino correcto.
Evidentemente, al igual que decía en el artículo anterior, no pretendo ensalzar la educación memorística, pero sí que, cuando hablamos de alfabetizar en la ciudadanía digital, se puedan confundir competencias y habilidades propias de este siglo con la superficialidad, con lo micro. Debemos enseñar a buscar, pero también a ser críticos con aquello que encuentren, y para eso también deben saber. Saber para crear y compartir y que sean ellos mismos los generadores de nuevos conocimientos y llenen las redes y los dispositivos de nuevos contenidos. Al igual, la alfabetización digital no pasa por erradicar el mundo analógico. Saber aprovechar las tecnologías digitales no implica no conocer cómo hemos llegado hasta ellas.
Cuando me han preguntado por este tema, pienso en mis vivencias. Es decir: siempre, de pequeño, se me daban muy bien las ciencias, las matemáticas en especial. Mis peores notas, aunque tengo que decir que era un poco “empollica”, se daban en las asignaturas artísticas y en Lengua. Esto me fue determinando poco a poco (cuando terminé Bachillerato y no sabía qué estudiar) a elegir una Ingeniería. Y así, tras una gran crisis existencial, de esas postadolescentes tardías, repensé qué era lo que me gustaba, retrasé paulatinamente el final de mi carrera y aproveché los pocos recursos que tenía para leer (y leer mucho) para empezar a la vez Ciencias Políticas por la UNED. ¿Qué hubiese sido de mí si hubiese descartado esa “Lengua” que tan poco me gustaba?
Potenciar la creatividad y las destrezas o las habilidades potenciales de los más peques no implica determinarlos. El abanico de posibilidades es muy amplio y la vida da muchas vueltas. Con ello digo que las herramientas deben estar, nos gusten, sean útiles para nuestra futuro o no, porque, por suerte, estamos y somos en este mundo para cambiarlo y cambiarnos.
Fotografía de portada realizado por @Mario_izquierdo