Se han preguntado cuál es el estado de las bibliotecas escolares de nuestros centros. Tal vez nos imaginamos espacios repletos de libros donde los alumnos pueden ir allí a estudiar, a consultar o investigar o bien a buscar lecturas que les pueden interesar para llevárselos a sus casas. Pero, ¿esto es así?
En principio, este espacio a veces mal entendido como un aula multiusos, debe ser el entorno ideal para inculcar y fomentar a los más pequeños desde el propio centro el hábito y el placer por la lectura. El uso de estos estos recursos debe suplir la carencia de muchos de estos libros en numerosos hogares, siendo el único punto de referencia para los estudiantes durante sus primeros años de vida.
Si bien, no creo que sea necesario, aunque nunca está de más, resaltar la importancia de la lectura para hacernos en este mundo, para crecer, conocer, tolerar y crear nuestra propia visión de la realidad que construimos y vivimos. Siento que en muchos de los centros, por motivos varios, se ha olvidado.
«La biblioteca es la más democrática de las instituciones porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo» Doris Lessing

Estas últimas semanas he tenido la oportunidad de visitar unos cuantos centros de Primaria y me he llevado una gran sorpresa. No en todos, pero en algunos, entrar a una biblioteca escolar era un viaje al pasado. Y pensarás, claro, un viaje entre lecturas que te transportan en la historia. Pues no, era un viaje al pasado porque me sentía como cuando me pongo a indagar en los armarios de las casa de mis padres y encuentro cosas de mi infancia que desde entonces nadie ha vuelto a tocar.
Vi los mismos libros que yo, hace más de veinte años pude coger en mis manos en la infancia. Y no es eso lo que me extraña, lo que no podía entender era como solo estaban esos mismos libros. ¿No hay nuevas ediciones en las últimas décadas? ¿No hay nuevos títulos? Por no decir, que en realidad las estanterías estaban cubiertas por un mismo ejemplar repetido treinta o más veces. Lo justo para el uso de una clase. Y, la variedad, quedaba en el olvido de rebuscar en algún estante. Incluso, en algunas, podría asegurar que por allí no pasaban niños desde hacía algún tiempo. ¿Por qué no se le dan uso a esos espacios?
¿Cuál es el estado de vuestras bibliotecas escolares? Si es este, tristemente podemos fomentar la lectura desde nuestras escuelas. Mandar un libro recomendado o impuestos a nuestros estudiantes no es inculcar un hábito. La libertad de elección y encontrar un lugar útil para el mismo es un deber desde las propias instituciones. Por la educación, defendamos nuestras bibliotecas.
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Es lo que ocurre cuando no se ocupan de la biblioteca profesionales bibliotecarios, sino profesores o voluntarios del AMPA que hacen lo que buenamente pueden.
La solución es simple y se llama DESAMORTIZACIÓN ESCOLAR. Se trata de dedicar los 600 M€ que se dedican cada año a libros de texto a convertir la biblioteca de escuela en una escuela-biblioteca. Todo la escolaridad se podría hacer leyendo y hablando. Y los editores esos que se pelean por colocar su «Texto», podrían editar simplemente libros de cualquier cosa, al día y si constreñimientos ministeriales ni sprints septembrinos. Ganarían las escuelas, ganarían los niños y ganaría la cultura de toda la sociedad.